Antiguamente, el patio interior de La Mozaira era la entrada principal de la alquería. Aquí se dejaban los carruajes que accedían al recinto, y después se guardaban a los caballos en la cuadra.
Ahora reformada y protegida por una pared divisoria de cristal que la separa del interior del hotel. En el suelo empedrado quedan los restos del canto rodado prístino, donde dos bandas pavimentadas cubren a modo de recordatorio lo que originalmente eran las marcas de las ruedas de los carruajes antiguos.
En este pequeño porche se encontraba el antiguo bebedero, junto a la pared lateral de piedra. Ahora sirve como zona de descanso, amueblado con elementos propios de la alquería y reformado completamente para adaptarse a los nuevos tiempos, pero sin perder su esencia clásica.